Vida monástica

 

Lo principal de la vida Monástica: La oración

Para la monja es vida contemplativa aquélla en la que se da prioridad y preferencia al ejercicio de la oración porque es el modo más adecuado de llegar al conocimiento y a la unión con Dios.

En la vida de oración está el progreso de mi vida espiritual. Nada vale si no se traduce en mi diaria conversación con Dios. Rendido a su voluntad. Buscando en la oración su voluntad. Pidiéndole a Dios que se haga su voluntad en mi, en los demás, en el mundo entero.

La vida de oración, culmina en la oración del Oficio divino. Es sin duda su expresión más alta. Es la oración de la Iglesia.

En la oración litúrgica, el encuentro se hace más directo, más intimo con Cristo Jesús. Es un error muy frecuente creer que nuestra intimidad con Cristo se mide en la escala de nuestros afectos sensibles. La oración litúrgica es el lugar preciso en que Cristo nos busca y nos espera. El centro de la oración litúrgica es la Eucaristía.

El monasterio

San Benito tiene una definición famosa y clásica de lo que es un monasterio.

En el Prólogo de su Regla le llama: Dominici schola servitii. La escuela del servicio del Señor.

La concepción benedictina de la vida religiosa se asienta sobre la importancia concedida al monasterio.

Establece el monasterio sobre un plan familiar. Con los vínculos que no son fríamente sociológicos. Ni tan sólo espiritualmente religiosos. Con una entrañada relación familiar. Con su buen margen afectivo. Por eso es una institución muy humana.

En el monasterio, y por esta enseñanza, es donde se hace fácil, natural y flexible el servicio de Dios.

Lo que en definitiva se practica y ejercita en el monasterio es la caridad del amor de Dios.

Aquí es donde las almas de las monjas crecen en la caridad.

Vida en comunidad

Un monasterio supone una vida en comunidad.

La vida en común es una invitación permanente a no pensar en sí mismo, a soportar con paciencia las adversidades y las flaquezas del prójimo, la obediencia... Así mismo es un apoyo y una alegría vivir en familia entre hermanas.

"Este es el celo que con ferventísimo amor ejercitarán los monjes, es decir: que se prevengan unos a otros con honores; súfranse pacientísimamente los defectos del alma y cuerpo; préstense a porfía obediencia mutua; ninguno busque su propia utilidad, sino más bien la del otro; tribútense una casta caridad fraterna" (Reg. cap. LXXII).

La monja

Ante todo es una mujer cristiana que siente en lo profun do de su ser la necesidad de entregarse a Cristo Esposo. Haciendo de Él el centro de su vida

Por tres veces lo dice san Benito:
1. “Nada anteponer al amor de Cristo” (Reg. cap. IV)
2. “Los que nada estiman tanto como Cristo” (cap. V)
3. “Nada absolutamente prefiera a Cristo” (cap. LXXII)

La vocación de la monja suele ir acompañada de ciertas disposiciones a la vida contemplativa. Sin las cuales la vida monástica es tan sólo una invitación al despiste y a la pereza.
Fundamentalmente son dos:

1. Ha de ser mujer de fe. Lo que quiere decir que sepa gustar del gozo de la fe.
2. Y ser una mujer de oración. Que contra las tentaciones del activismo y de la agitación, sienta el alto valor religioso de la pura oración de alabanza.

El silencio

El silencio viene a ser el clima espiritual del monasterio. No es sólo una necesidad de la convivencia. No es sólo una exigencia de la paz del claustro. Su verdadera función entra ya en la vida de oración. Un silencio que es necesario para oír a Dios. Un silencio que no es mutismo, no es prohibición de hablar, si no la serenidad del alma. Silencio de recogimiento. Silencio exterior. Pero sobre todo silencio interior. PAZ.

La Lectio Divina

Es el momento del día en el que hacemos una pausa para la meditación de la Biblia, la Santa Regla, o la lectura de algún libro de espiritualidad, vida monástica u otros escritos que nos alimenten cristiana y humanamente.

El sacrificio

 "Quienquiera que seas, que renunciando a tus propias voluntades, dispuesto a militar bajo el rey verdadero, el Señor Cristo, tomas las brillantes y fortisimas armas de la obediencia" (Reg. Prólogo).

Toda vida conlleva un esfuerzo. La vida monástica no es menos. Concentrarse en la oración, abandonar la propia voluntad, la convivencia, la obediencia, dias o épocas malas...cada una tiene su cruz.

No obstante "todo lo puedo en aquel que me conforta" (Fl 4, 13). Es decir que aquel que nos llamó a esta vida nos dará la fuerza para cada día. Las dificultades nos fortalecen y nos hacen crecer.

El trabajo

La vida monástica es una vida de trabajo, porque es y debe ser vida de pobre. De unas personas que por motivos sobrenaturales abrazan la pobreza. Que la hacen elemento esencial de su vida. Que tienen que trabajar para ganarse su vida y la de los suyos.

No nos hacemos pobres por moda o estética. Ni por humanitarismo. Ni aún siquiera por caridad hacia los pobres. Nos hacemos pobres porque no queremos que las riquezas, los bienes materiales, las cosas, se interpongan en nuestra marcha hacia Dios. Y consecuencia de esta pobreza es la necesidad de trabajar.